De todos es de sobra conocida hoy entre todos los públicos la danza del vientre o danza oriental. Sinuosa, femenina y atrevida, como algunos creen que es, esta modalidad de la danza abarca mucho más significado que lo que la mayoría cree.
Como si del propio ser humano se tratara, la danza oriental se abre paso a la vida a través de las aguas, las de una madre inmensa de fuerza y personalidad: el Nilo. Fue en las tierras del Antiguo Egipto donde comenzaron a darse los primeros pasos de esta danza, entre las gentes del pueblo, como sucede con todo folclore. Sin embargo, el transcurso de los años, la influencia de otras culturas y, por último, el cine, fue modificando pasos y movimientos, e incluso accesorios para el baile, de tal forma que la primitiva danza oriental fue madurando, saliendo de los pueblos y los templos egipcios, hasta trasladarse a la pantalla del cine.
Pero, como apuntaba al inicio de esta entrada, la danza oriental femenina significa mucho más de lo que la mayoría sabe. Digo femenina porque también los hombres han bailado siempre, y en los países de Oriente, como ocurre en el occidente, sus pasos son muy diferentes a los de las mujeres. No obstante, en la serie de entradas que hoy abro para la danza oriental, me fijaré sólo en las modalidades femeninas de esta danza, en su significado, en sus beneficios (muchos de ellos experimentados por mi), en la historia de sus instrumentos, en su música y, lo más importante, en sus protagonistas.
Dejo esta pequeña presentación para un mundo que se irá desgranando en varias conversaciones. ¿Os animáis a mover las caderas? ;-)
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